lunes, 19 de julio de 2010

Una extraña pero hermosa anécdota

 

Eran ya varios días, que en el mismo lugar, casi siempre a las mismas horas estaba parado en la esquina, era él, un hombre común y corriente, sin particularidades muy resaltables que digamos, claro esta, para mi, era un joven normal para su edad, eso sí siempre muy bien vestido, no con ello quiero decir elegantemente vestido, solamente bien vestido, limpio, bien peinado, sus zapatos brillosos siempre, como si recién se hubiere lustrado, se lo veía que llevaba en sus manos, unas veces cuadernos otras veces libros, en su bolsillo de la chaqueta, que por cierto ahora que me doy cuenta siempre era la misma, había unos espejuelos, y una pluma o esferográfico como comúnmente le decimos al bolígrafo, aquel de uso estudiantil, cuando no estaba con su chaqueta, venia con una chompa o un pulóver, este era gris, bastante raido por el uso, a muy limpio, en ciertas ocasiones se lo veía tomar notas en uno de sus cuadernos, otras veces y casi la mayoría de las veces leer algunos de sus libros, de los que casi siempre llevaba bajo el brazo, la esquina era muy concurrida, posiblemente por esa razón para otras personas y los transeúntes pasaba inadvertida su presencia continua a esas horas, miraba el reloj, caminaba de vez en cuando de un lado para el otro, no daba muestras de estar inquieto, pero si, se notaba que esperaba, algo o a alguien, se lo veía que era una persona educada porque su comportamiento así lo denotaba, siempre cedía el paso a las personas mayores, ayudaba a los viejos sean estos hombres o mujeres, no se si él saludaba, o a él lo saludaban, al parecer era conocido, principalmente por jóvenes, lo que me hizo suponer, que era profesor o estudiante universitario, tal vez, puede ser, pues su edad debería estar entre los veinte y cinco años no creo que más.

Los días en esta ciudad no solían ser ni muy cálidos ni muy fríos, en esta época del año, y como el dicho dice “así llueva o relampaguee” yo cumplo con lo que tengo que hacer, en realidad la rutina de este joven, era esa, y bien cumplida, todos los días laborables, porque por algunas ocasiones, yo pase por esa esquina un fin de semana y no lo vi.

En realidad al principio me intrigo su presencia, porque creía que se trataba de algún investigador privado, pero su presencia era muy obvia para quien lo observa , esta espera cotidiana solo duraba hasta que los estudiantes de los colegios y escuelas pasaban rumbo a sus casas al termino de la jornada, pues como les decía, esta esquina era muy concurrida, se encontraba justamente al pie de una escuela primaria, cerca del Banco Central, de un importante colegio, oficinas públicas, Municipio, Gobernación, parques y calles principales de esta ciudad.

Yo lo había observado muy detenidamente, por que me llego a intrigar, mas por su comportamiento extraño conmigo, yo, solía pasar junto a él, todos los días, y cuando esto sucedía, se ponía un tanto inquieto y nervioso, hasta creo que su rostro se volvía un tanto pálido, me saluda con extrema cortesía, diría yo con exceso de cortesía , cedía el paso, cosa extraña para mi, porque los jóvenes actualmente ya no saludan, peor con esa cortesía a lo antiguo, les aseguro que si usaba sombrero, se lo quitaba, descubriendo su cabeza e inclinándose, pues, me parecía extraño y meloso a la vez, cierto que yo era bastante mayor para él, o, creí también que podía se un paciente mío del hospital, que agradecido y respetuoso, siempre me saludaba como muestra de agradecimiento, o que ladinamente, ese saludo zalamero, tenia como objeto conseguir un trato especial porque podía necesitar en algún momento de un profesional en el hospital, en ese caso, el mío.

Lo repetitivo, de este comportamiento, ya me había puesto un tanto nervioso, por su zalamería y lo modoso que se comportaba, porque comencé a cree que era un homosexual, al extremo que yo comencé a salir mas temprano para investigar a que hora llegaba a la esquina y hasta que hora se quedaba, sin que él se de cuenta que lo estaba observando detenidamente ya no por curiosidad, si no porque me intrigaba su conducta, principalmente para conmigo, que ya me resultaba molesta; su forma de ser no daba muestras de manierismos, su voz era muy varonil, en realidad descarte completamente esta suposición.

De la escuela que estaba en esta esquina salían las niñas, solas o acompañadas o en grupos y se distribuían por todos los lados, en dirección a sus casas, nunca vi en él algún indicio de querer tocar o llamar la atención a alguna niña o regalar algún objeto, por lo que deseche que se tratara de un socio maniático infanticida.

Pero cuando casi ya habían pasado todas las alumnas, el sacaba su peinilla, se peinaba, arreglaba la solapa su saco, el cuello de su camisa, se pasaba las dos manos por el cabello como queriendo ubicar bien su peinado brilloso y engominado, sacaba un pañuelo de su bolsillo trasero, tomaba sus espejuelos del bolsillo del pecho de su saco y con el ademan de los que usan lentes, lleva cada cristal al interior de la boca y hace que el vaho húmedo y cálido de su respiración opaque un tanto los cristales para luego frotarlos repetidas veces uno por uno, hasta lograr que estos queden completamente limpios, una vez realizado este proceso, se los colocaba en sus ojos, esto me dio lugar a catalogarlo como una persona muy meticulosa y metódica, una vez hecho esto se acercaba un tanto a los vidrios de la vitrina de un almacén de la esquina se miraba como si estuviera ante un espejo, digámoslo con algo de vanidad masculina, queriendo mostrase impecable y posiblemente guapo y volvía a ubicarse en el mismo lugar, en este momento pienso ,… me digo que el espera a alguna de las profesoras de la escuela, que debe ser su novia, su hermana, su esposa, que se yo,… o tal vez …no se.

Es que, yo iba todos los días a ese mismo lugar a esperar la salida de mi mujer, que era profesora de esa escuela, pasaba junto a él, y como siempre me saludaba, al regresar por el mismo lugar ya por segunda ocasión note que había una pequeña diferencia en su manera de ser,… que, yo pasaba junto a él con mi esposa, no la miraba y no saludaba algo inusual porque mostraba ser muy educado y cortes, lo que me llamo mucho la atención y me extraño.

Un día de esos , sentí que al pasar junto a él que después de saludar quiso entablar conversación, pero yo estaba muy apurado y no le atendí, espere que saliera mi esposa y el mismo tramite, nos fuimos pronto.

Al día siguiente, parece que el joven tomo valor, ya desde lejos me vio y se acerco, rompiendo el miedo y el silencio me dice lo siguiente en estos términos.

-Doctor, buenas tardes,

-buenas tardes, le respondo, un tanto sorprendido y frio a la vez.

-Perdone Usted,… mi atrevimiento, que le aborde aquí en la calle, sin más ni más, ya que usted no me conoce, bueno creo que si, me ha visto muchas veces aquí en la esquina, y lógicamente se habrá preguntado que hago yo aquí, a quien espero, en fin.

Un tanto sorprendido, al verlo, que sudaba, que tenia un ligero temblor en las manos, que una parte de sus lentes estaban empañándose, que saca el pañuelo, se seca la cara, por poco se le caen los lentes y que su comportamiento era nervioso y torpe, le digo…

-si señor en que le puedo servir, si, en realidad lo he visto algunas ocasiones en la esquina, pero –dígame, en fin hombre que se le ofrece

Él mas nervioso aún comienza a titubear, al ver que le respondo tan tajante, lentamente como rebuscando las palabras dice,

Doctor... se que trabaja en el hospital, de allí le conozco y por eso

-Espere un momento, le corto y le digo, espere por favor… las cosas del hospital por favor en el hospital y atención a los pacientes allí, encantado lo atiendo. Quiero cortar el dialogo e iba a seguir mi camino…

-no, no se trata de eso, solo quería que sepa de donde lo conozco,… vera,… mire, lo que sucede, es que, no se como decirle…

Ya me estaba inquietando, a punto de perder la paciencia, de pronto, como caballo desbocado y a boca de jarro me dice.

-Quiero pedirle permiso para cortejarle a su señorita hija,… no es ni mi amiga,… pero no puedo concentrarme en mi trabajo ni mis estudios, trato de estar pronto a la salida de la escuela par verla, esperando que ella me vea también y…oh estoy a punto de un colapso.

-espere un momento joven, quiere permiso para ver a mi hija ?.. Esta Ud. seguro de lo que dice?,… Mire yo creo que usted esta equivocado, mi hija tiene apenas ocho años, que le pasa… Ud. esta loco o qué, además ella no estudia en esta escuela…usted se equivoco.

-No doctor, de su hijita que trabaja aquí en la escuela, a la que le viene ha ver todos los días y que por eso no me puedo acercar para hacerme amigo, aquella jovencita blanca, rubia, delgada, hermosa chiquilla…

Los iluminados ojos se vuelven expresivos con una cara de niño ingenuo que busca su juguete, o de hombre perdidamente enamorado, la realidad es que iba recibir el peor desengaño de su vida, me había dado cuenta cual era la razón de su desazón y de lo cruel que es a veces la vida.

-mire, le digo ya un poco mas calmado y a sabiendas del tremendo error de él, y, el golpe que iba a recibir le digo… esa criatura a la cual Ud. llama hija mía, no es mi hija,… es mi esposa, por lo tanto yo no le puedo dar permiso para que la corteje, acérquese a ella y pídale permiso, haber si tiene suerte.

La verdad no quise ser cruel, pero en ese preciso momento sale mi esposa y se acerca, yo lo miro y veo una persona, agobiada, con los brazos caídos, con cara de funeral, pálido, no mira a ningún lado, yo creo que esperaba que la tierra se abriera y le tragara entero, pero este fenómeno tardaba demasiado, yo creí que quería salir corriendo, pero… le digo venga le presento a mi esposa…

El me mira, desconcertado y aparentemente mas calmo y dice, me perdona, se da media vuelta y se va…

Nunca más volví a verlo, ya le extrañaba, pues era mi entretenimiento mientras esperaba la salida del colegio.

En ese entonces, mi esposa, estaba en la mejor de sus épocas, tenia creo 32 años, pero no parecía sino tal vez de unos 18 o 20 años a lo mucho, era ella rubia, de pelo largo y sedoso, elegante al caminar, garbosa, blanca, guapísima, seria, una mujer para ser conquistada y enamorada, era delgada, al verla con el uniforme parecía una jovencita alumna de un colegio, lucia muy hermosa, bella mejor dicho… Y no porque yo era su marido y la amaba, sino porque los hechos lo demuestran como la de este joven enamorado, que día a día le esperaba a la salida del trabajo.

Guayaquil 19 de julio de 2010

Placidoenaningo

Iván Almeida Uraga

viernes, 9 de julio de 2010

LA HORA PICO

Había sido un día muy agitado, eran ya las siete de la noche, al salir a la calle como casi todos los días a estas mismas horas, desde la puerta del garaje del edificio, en donde tenía mi oficina, se adentraba quiera o no a un mundo en el cual no quisiéramos entrar, pero era inevitable, ya quería estar en mi casa, con mis hijos, mi esposa, la calidez del hogar, la merienda servida, es decir, era el momento de estar en casa, pero para que esto suceda, faltaba lo más difícil, manejar en la ciudad en la hora pico.

La complejidad de la ciudad, la salida de los trabajos y de los colegios, la cantidad de vehículos en las calles, los semáforos, los policías de tránsito, la desesperación y la necesidad que teníamos todos de llegar pronto a casa hacia que este momento fuera un siglo, conflictivo, violento, desesperante.

De un tiempo acá, serán tal vez unos dos o tres años, la ciudad no era así, al contrario, era tranquila sosegada, con gente amable y respetuosa, podíamos llegar a casa a tiempo sin apuros, nos dábamos el lujo de parar tranquilamente en la tienda o en la panadería y llegar a casa con el pan recién hecho, la leche fresca, y la sonrisa ancha a gozar del retozo familiar alegre de compartir en familia el amor, y las incidencias del día.

La ciudad, que durante el día y la noche en ciertas horas se vuelve un infierno, en donde la puja, el tira y afloja, que el pito del carro de junto o el de atrás,  con los transeúntes que se abalanzan sin precaución alguna por tratar de alcanzar el parter de la avenida, corriendo el sin fin de peligros, nos ponen los nervios de punta. El carro de junto que logra visualizar que la distancia que hay entre el carro de enfrente al mío es suficiente para meterse , hace maniobras  para lograrlo, no usa los focos direccionales, pero como ese pedacito de espacio para mi es el margen de seguridad que tengo para que no lo vaya a chocar en una eventualidad cualquiera, yo,  le cierro el paso acortando el espacio adelantándome un tanto, eso me hace acreedor a al más florido lenguaje citadino de un frustrado chofer que no pudo hacer lo que  el aspiraba, pues fui insultado con gestos manos y palabras, pero es que realmente es complejo manejar a estar horas y en estas condiciones, la calzada llena de carros, avanzan a paso de tortuga, el atrancón es impresionante.

Los minutos pasan y no avanzamos, como diría mi abuelita, caminamos piño a piño, al llegar cerca de la esquina, con diez semáforos, intersección con otra avenida, igualmente atestada de  carros, cuatro policías de tránsito que hacen caso omiso de los señaladores de tránsito, complican más el problema, al frente del parabrisas se para un muchacho con una botella de agua un limpiador de vidrio y sin ni más ni más se pone a lavar el parabrisas de mi carro y otros en los carros vecinos, limpian con tal celeridad, se vuelven tan agenciosos que en menos de  un minuto ya está terminado de lavar, inmediatamente golpean la ventana y extienden la mano para que se les pague por la labor realizada sin mi consentimiento, como yo no solicite tales servicios yo no le pago, por lo tanto soy víctima de la agresión del susodicho limpiador tremenda patada a la puerta y de yapa el insulto más clásico de la ciudad, Indio de m…. h… d… p…
En cada esquina un baratillo de ofertas se presenta, los vendedores ambulantes  se acercan y ofrecen artículos de todo tipo, frutas, alimentos , artículos para casas y vehículos, películas y CD’s piratas, y lo más abrumador los niños pidiendo caridad a vista y paciencias de sus padres.

En la medida que avanzamos lentamente por la calzada atestada de carros y en cada esquina el verdadero milagro el lograr ingresar a la calle intersección a la que deseo ir; la pugna por cada lado es intensa, los tiempos en los semáforos no son lo suficientes, los choferes se les nota en la cara el stress que llevan a carga, pienso que ellos me verán a mí también en la misma condición, cada quien pugna más por avanzar con mayor celeridad y lograr salir de este atolladero, pero, los que vamos para el norte todavía nos queda un largo camino.

Todo cambio con la dolarización, el país de un día para el otro se enfrentó a un cambio drástico, que pensamos en un principio  traería consecuencias inesperadas, y así fue en realidad, la clase media del país  paso de la riqueza a la pobreza, y de la pobreza al pauperismo, y en esta clase de pueblo que vivía en la pobreza es donde se lograron notar los cambios de una manera más clara, pues la afectación se vio mucho más clara en la falta de conocimiento del verdadero valor que tenía la nueva moneda, de la noche a la mañana todo cambio, nuestros salarios se licuaron totalmente, pues cada dólar se lo cotizo a 25.000 sucres, se perdió totalmente el poder adquisitivo de nuestros salarios, esto trajo un verdadera caos. Por eso era facilísimo que una vendedora indígena se acerque al carro y te pida "guan" dólar patrón por un plato con diez guineos, "guan" dólar por cualquier cosa, como  si el dólar costara realmente cincuenta centavos o un sucre.

Por fin ingresé a la otra avenida. Igualmente el tráfico no se movía, esta vez se complicaba más porque se unían dos  grandes avenidas y no habían semáforos, pero si un distribuidor por medio de un redondel y una famosa frase que nadie hace caso: “Ceda el Paso”. Aquí nadie cede nada, peor el paso. Y en este momento, en que todo el mundo quiere llegar pronto a su destino, estos redondeles, que hay algunos en esta conflictiva ciudad, son los que más congestionan el tráfico. El movimiento lerdo y angustioso ha dado lugar a que no pasen inadvertidos por los que de alguna manera observamos nuestro alrededor, un sin fin de contradicciones sociales y que, con el ajetreo cotidiano de la gran ciudad, no nos damos cuenta (o no queremos darnos cuenta), es que es más fácil así el querer porque no nos involucra en esa gran problemática.

Estoy frente a un parque, es el más grande dentro de la ciudad. Del otro lado, un centro comercial; solo en esta manzana podemos ver los grandes contrastes de la sociedad inadvertida, que deambula, unos tras conseguir ayuda en forma de  limosna, otros con la venta de artículos o realizando cualquier actividad que llame la atención, y finalmente: la lástima, aparecen niños de cortas edades, todos ellos sucios, desgreñados, descalzos, extendiendo las manos, solicitando dinero para comprar un pan. ¡Ah! pero eso sí, dinero; porque si das el pan que piden, te insultan o no lo toman. ¿Por qué sucedía esto? me preguntaba; y es que si observamos bien, al otro lado de la calle, están reunidas unas mujeres, sentadas al pie del poste o en un lugar no muy visible, a las que de vez en cuando estos niños se  acercan y les entregan todo lo recaudado producto de las dádivas de los choferes de los automóviles; estas mujeres o son sus madres o son las traficantes o explotadoras de estos niños.

Más allá, un grupillo de niños más grandecitos, portando cualquiera de ellos una funda, que de vez en vez, se la llevan a la boca y nariz. Estos chicos andan siempre en grupitos, que sin más ni más, al pobre transeúnte, que ose pasar cerca de ellos, lo rodean y es víctima de pedidos de ayuda y robo a mansalva. Estos chiquillos, que hace algún tiempo en las calles de Bogotá se convirtieron en una plaga , los llamaban “Gamines”, son los huele pega, porque lo que tienen en la funda es  cemento de contacto, producto que les droga, les quita el hambre y el frio, y es de fácil acceso por el precio y la facilidad de adquisición así mismo de fácil exterminio de su salud, porque acaban como guiñapos destruidas sus neuronas.

En otra esquina, se observa a unos jóvenes que solicitan ayuda  realizando malabares, unos son bota fuego, otros con pelotas, o maderos realizan habilidades que llaman mucho la atención, u otros, sus habilidades de piso, mortales, carpados, saltos dobles o triples y un sin fin de volteretas, todo esto como dice el Chespirito, "fríamente calculado" en el tiempo que dura el cambio de color de los semáforos, claro está esto es en la noche, porque durante las horas pico en el día cambia totalmente el repertorio, las ventas, los espectáculos y los pedidores de limosnas.

El atrancón a esta hora es interminable ya tengo cerca de treinta minutos apenas en siete cuadras, y veo que los choferes son de todas las edades, desde muy jóvenes hasta mayores de sesenta años, y aunque parezca mentira, el sesenta o más por ciento son mujeres, la mayoría jóvenes adultas, todas ellas con sus caras cansadas y llenas de angustia, con el teléfono en la mano, hablando gesticulando, se les nota la deceleración que tienen por llegar a casa, todas ellas son la gran masa trabajadora femenina de la burocracia pública y privada de la capital, ellas son las que se han tomado las plazas de trabajo que antes era solo de hombres, o también profesionistas que de igual manera han incursionado en estos ámbitos, son médicos, abogadas, arquitectas, gerentes bancarias, etc.., etc... de pronto unos se pitan entre sí, abren sus ventanas, se saludan se dan los números de sus celulares, concertan una cita de trabajo, se apaciguan las angustias,.. todo esto es muy común o de pronto un desesperado trata a la fuerza de hacer otra fila a costa de los pequeños espacios que ve entre carro y carro y al rato un golpe, este carro le choco a otro, ahora si se arma la grande, el agredido se baja del auto mira su carro busca el lugar del choque y la lesión que esta tenga, y la verdad apenas tiene una pequeña rozadura, que involucra solamente la pintura, pero esto en esta ciudad, es lo peor que le puede pasar a uno pobre cuando va en su vehículo, se arma la de San Quintín, el lesionado quiere acosta de todo que le lleve a su carro al mejor taller de la ciudad, en donde tendrán que hacer un avaluó del raspón y de todas las lesiones anteriores,  choque y hundimientos que  ya tenía su carro a costa del imprudente que por desgracia logro tocarlo, entonces el otro que no se deja, comienzan los agravios insultos y que van a llamar a la policía y que va hacer peor, y sí que es peor, primero porque estos brillan por su ausencia, segundo porque el parte policial será a favor o en contra del que más o menos pague en la mordidita, y tercero porque se llevaran sus carros al canchón de la policía donde será realmente desvalijado y el rato que lo logre sacar solo lo encontrara como chatarra, de pronto,… se pone en verde el semáforo, y comienza el gran concierto de  pitos, silbidos, gritos e insultos, porque los chocados no dejan que fluya el tráfico y puede cambiar el semáforo, esta presión que siente  los accidentados es tal que logran unas veces llegar a una transacción y otras veces a la agresión física  o si no, no dan paso  y otra vez a esperar ya cambio el semáforo.  
Por fin llego a una zona donde la circulación de los carros es más fluido y avanzamos unas cuantas cuadras con celeridad, yo doblo hacia la izquierda y fácilmente logro llegar a la autopista que me lleva a zona donde vivo, debo haber ascendido por una larga cuesta unos 200 metros de alto, al llegar a la autopista comienza nuevamente mi calvario, ingresar a la corriente de carros que con flujo interminable de cuatro carriles llenos de automóviles, transporte público y privado que  se dirigen al norte, los choferes hacen caso omiso del pedido de ingreso al flujo, unos se hacen los ciegos otros los tontos y otros se pasan riendo, pero no dan acceso, es aquí donde tenemos que meternos a la fuerza, ayudado porque  más pasan parados y nos metemos poco apoco hasta lograr ingresar a la autopista, es aquí cuando se nota el cambio de actitud de las personas, se lucha por el centímetro, el espacio que logramos arrebatar para ingresar a la fila de carros representa como si les estuviéramos quitando el oxigeno que nos mantiene vivos, no dan paso, aceleran para acortar las distancias y no dejar ingresar a nadie y lógicamente los insultos no se hacen esperar sus rostros demuestran ira,… desesperación , angustia y lo peor de todo es que a la larga todos terminamos  tarde o temprano adoptando esa fea actitud;  peros solo la música de la radio o los CD que compramos abajo nos quita el mal genio que llevamos a cuesta, veo a los lados y miro que la mayoría de carros son nuevos, del año unos o máximo de dos años  atrás, que en su interior al igual que yo, solo vamos una sola persona rara vez el chofer va acompañado y que lo que vemos al frente es unos mil carros, todos nuevos o casi nuevos y que al otro lado en la calzada de enfrente debe haber otros tantos , es que de un tiempo acá, con  haber aprendido a usar el dólar,  el sistema nos ha cambiado nuestra forma de manejar la economía de nuestro bolsillo,el poder de compra subió la estabilidad de la moneda nos evita muchos riesgos, la compra y venta de bienes raíces, el aumento de ciudadelas y casa habitación en la ciudad se ha incrementado, las facilidades de pago y endeudamiento de la clase trabajadora ha dado lugar a que todas las familias tengan su vehículo y también su casa, el transporte público es deficiente, deficitario para esta ciudad, por lo tanto los trabajadores y estudiantes optaron por tener su propio medio de movilización es por esto el cambio tan drástico que hemos sufrido. La ciudad se agrando, y por ende los vehículos también. La congestión en esta ciudad ya no solamente es en las horas pico. 
Por fin he llegado a mi casa, ha sido una larga trayectoria, esta de todos los días de la semana laborable, en casa me espera el cariño de mi  esposa y de mis hijos, el calor del hogar y la vista maravillosa desde la ventana de mi casa hasta la ciudad, si vivo en lo alto en la montaña, desde aquí me libro de la contaminación, de la que es víctima la ciudad y su población, vivo entre los arboles de en bosque del Pichincha  en esta bella y hermosa ciudad Capital de mi país,” Quito la carita de Dios”.

Me deleito con su observación permanente, y me da pena al mismos tiempo cuando en la mañana tengo que volver a ingresar a este rio interminable de carros que se dirigen a sus trabajos, Escuelas, Colegios y Universidades, yo al Hospital, y, lo peor ver que sobre la ciudad una densa nube gris y espesa se forma sobre el cielo casi siempre azul y soleado de mi hermosa ciudad, Quito, la ciudad de los contrastes que observo en la hora pico.

Guayaquil 10 de julio del 2010

Placidoenamingo.