Eran ya varios días, que en el mismo lugar, casi siempre a las mismas horas estaba parado en la esquina, era él, un hombre común y corriente, sin particularidades muy resaltables que digamos, claro esta, para mi, era un joven normal para su edad, eso sí siempre muy bien vestido, no con ello quiero decir elegantemente vestido, solamente bien vestido, limpio, bien peinado, sus zapatos brillosos siempre, como si recién se hubiere lustrado, se lo veía que llevaba en sus manos, unas veces cuadernos otras veces libros, en su bolsillo de la chaqueta, que por cierto ahora que me doy cuenta siempre era la misma, había unos espejuelos, y una pluma o esferográfico como comúnmente le decimos al bolígrafo, aquel de uso estudiantil, cuando no estaba con su chaqueta, venia con una chompa o un pulóver, este era gris, bastante raido por el uso, a muy limpio, en ciertas ocasiones se lo veía tomar notas en uno de sus cuadernos, otras veces y casi la mayoría de las veces leer algunos de sus libros, de los que casi siempre llevaba bajo el brazo, la esquina era muy concurrida, posiblemente por esa razón para otras personas y los transeúntes pasaba inadvertida su presencia continua a esas horas, miraba el reloj, caminaba de vez en cuando de un lado para el otro, no daba muestras de estar inquieto, pero si, se notaba que esperaba, algo o a alguien, se lo veía que era una persona educada porque su comportamiento así lo denotaba, siempre cedía el paso a las personas mayores, ayudaba a los viejos sean estos hombres o mujeres, no se si él saludaba, o a él lo saludaban, al parecer era conocido, principalmente por jóvenes, lo que me hizo suponer, que era profesor o estudiante universitario, tal vez, puede ser, pues su edad debería estar entre los veinte y cinco años no creo que más.
Los días en esta ciudad no solían ser ni muy cálidos ni muy fríos, en esta época del año, y como el dicho dice “así llueva o relampaguee” yo cumplo con lo que tengo que hacer, en realidad la rutina de este joven, era esa, y bien cumplida, todos los días laborables, porque por algunas ocasiones, yo pase por esa esquina un fin de semana y no lo vi.
En realidad al principio me intrigo su presencia, porque creía que se trataba de algún investigador privado, pero su presencia era muy obvia para quien lo observa , esta espera cotidiana solo duraba hasta que los estudiantes de los colegios y escuelas pasaban rumbo a sus casas al termino de la jornada, pues como les decía, esta esquina era muy concurrida, se encontraba justamente al pie de una escuela primaria, cerca del Banco Central, de un importante colegio, oficinas públicas, Municipio, Gobernación, parques y calles principales de esta ciudad.
Yo lo había observado muy detenidamente, por que me llego a intrigar, mas por su comportamiento extraño conmigo, yo, solía pasar junto a él, todos los días, y cuando esto sucedía, se ponía un tanto inquieto y nervioso, hasta creo que su rostro se volvía un tanto pálido, me saluda con extrema cortesía, diría yo con exceso de cortesía , cedía el paso, cosa extraña para mi, porque los jóvenes actualmente ya no saludan, peor con esa cortesía a lo antiguo, les aseguro que si usaba sombrero, se lo quitaba, descubriendo su cabeza e inclinándose, pues, me parecía extraño y meloso a la vez, cierto que yo era bastante mayor para él, o, creí también que podía se un paciente mío del hospital, que agradecido y respetuoso, siempre me saludaba como muestra de agradecimiento, o que ladinamente, ese saludo zalamero, tenia como objeto conseguir un trato especial porque podía necesitar en algún momento de un profesional en el hospital, en ese caso, el mío.
Lo repetitivo, de este comportamiento, ya me había puesto un tanto nervioso, por su zalamería y lo modoso que se comportaba, porque comencé a cree que era un homosexual, al extremo que yo comencé a salir mas temprano para investigar a que hora llegaba a la esquina y hasta que hora se quedaba, sin que él se de cuenta que lo estaba observando detenidamente ya no por curiosidad, si no porque me intrigaba su conducta, principalmente para conmigo, que ya me resultaba molesta; su forma de ser no daba muestras de manierismos, su voz era muy varonil, en realidad descarte completamente esta suposición.
De la escuela que estaba en esta esquina salían las niñas, solas o acompañadas o en grupos y se distribuían por todos los lados, en dirección a sus casas, nunca vi en él algún indicio de querer tocar o llamar la atención a alguna niña o regalar algún objeto, por lo que deseche que se tratara de un socio maniático infanticida.
Pero cuando casi ya habían pasado todas las alumnas, el sacaba su peinilla, se peinaba, arreglaba la solapa su saco, el cuello de su camisa, se pasaba las dos manos por el cabello como queriendo ubicar bien su peinado brilloso y engominado, sacaba un pañuelo de su bolsillo trasero, tomaba sus espejuelos del bolsillo del pecho de su saco y con el ademan de los que usan lentes, lleva cada cristal al interior de la boca y hace que el vaho húmedo y cálido de su respiración opaque un tanto los cristales para luego frotarlos repetidas veces uno por uno, hasta lograr que estos queden completamente limpios, una vez realizado este proceso, se los colocaba en sus ojos, esto me dio lugar a catalogarlo como una persona muy meticulosa y metódica, una vez hecho esto se acercaba un tanto a los vidrios de la vitrina de un almacén de la esquina se miraba como si estuviera ante un espejo, digámoslo con algo de vanidad masculina, queriendo mostrase impecable y posiblemente guapo y volvía a ubicarse en el mismo lugar, en este momento pienso ,… me digo que el espera a alguna de las profesoras de la escuela, que debe ser su novia, su hermana, su esposa, que se yo,… o tal vez …no se.
Es que, yo iba todos los días a ese mismo lugar a esperar la salida de mi mujer, que era profesora de esa escuela, pasaba junto a él, y como siempre me saludaba, al regresar por el mismo lugar ya por segunda ocasión note que había una pequeña diferencia en su manera de ser,… que, yo pasaba junto a él con mi esposa, no la miraba y no saludaba algo inusual porque mostraba ser muy educado y cortes, lo que me llamo mucho la atención y me extraño.
Un día de esos , sentí que al pasar junto a él que después de saludar quiso entablar conversación, pero yo estaba muy apurado y no le atendí, espere que saliera mi esposa y el mismo tramite, nos fuimos pronto.
Al día siguiente, parece que el joven tomo valor, ya desde lejos me vio y se acerco, rompiendo el miedo y el silencio me dice lo siguiente en estos términos.
-Doctor, buenas tardes,
-buenas tardes, le respondo, un tanto sorprendido y frio a la vez.
-Perdone Usted,… mi atrevimiento, que le aborde aquí en la calle, sin más ni más, ya que usted no me conoce, bueno creo que si, me ha visto muchas veces aquí en la esquina, y lógicamente se habrá preguntado que hago yo aquí, a quien espero, en fin.
Un tanto sorprendido, al verlo, que sudaba, que tenia un ligero temblor en las manos, que una parte de sus lentes estaban empañándose, que saca el pañuelo, se seca la cara, por poco se le caen los lentes y que su comportamiento era nervioso y torpe, le digo…
-si señor en que le puedo servir, si, en realidad lo he visto algunas ocasiones en la esquina, pero –dígame, en fin hombre que se le ofrece
Él mas nervioso aún comienza a titubear, al ver que le respondo tan tajante, lentamente como rebuscando las palabras dice,
Doctor... se que trabaja en el hospital, de allí le conozco y por eso
-Espere un momento, le corto y le digo, espere por favor… las cosas del hospital por favor en el hospital y atención a los pacientes allí, encantado lo atiendo. Quiero cortar el dialogo e iba a seguir mi camino…
-no, no se trata de eso, solo quería que sepa de donde lo conozco,… vera,… mire, lo que sucede, es que, no se como decirle…
Ya me estaba inquietando, a punto de perder la paciencia, de pronto, como caballo desbocado y a boca de jarro me dice.
-Quiero pedirle permiso para cortejarle a su señorita hija,… no es ni mi amiga,… pero no puedo concentrarme en mi trabajo ni mis estudios, trato de estar pronto a la salida de la escuela par verla, esperando que ella me vea también y…oh estoy a punto de un colapso.
-espere un momento joven, quiere permiso para ver a mi hija ?.. Esta Ud. seguro de lo que dice?,… Mire yo creo que usted esta equivocado, mi hija tiene apenas ocho años, que le pasa… Ud. esta loco o qué, además ella no estudia en esta escuela…usted se equivoco.
-No doctor, de su hijita que trabaja aquí en la escuela, a la que le viene ha ver todos los días y que por eso no me puedo acercar para hacerme amigo, aquella jovencita blanca, rubia, delgada, hermosa chiquilla…
Los iluminados ojos se vuelven expresivos con una cara de niño ingenuo que busca su juguete, o de hombre perdidamente enamorado, la realidad es que iba recibir el peor desengaño de su vida, me había dado cuenta cual era la razón de su desazón y de lo cruel que es a veces la vida.
-mire, le digo ya un poco mas calmado y a sabiendas del tremendo error de él, y, el golpe que iba a recibir le digo… esa criatura a la cual Ud. llama hija mía, no es mi hija,… es mi esposa, por lo tanto yo no le puedo dar permiso para que la corteje, acérquese a ella y pídale permiso, haber si tiene suerte.
La verdad no quise ser cruel, pero en ese preciso momento sale mi esposa y se acerca, yo lo miro y veo una persona, agobiada, con los brazos caídos, con cara de funeral, pálido, no mira a ningún lado, yo creo que esperaba que la tierra se abriera y le tragara entero, pero este fenómeno tardaba demasiado, yo creí que quería salir corriendo, pero… le digo venga le presento a mi esposa…
El me mira, desconcertado y aparentemente mas calmo y dice, me perdona, se da media vuelta y se va…
Nunca más volví a verlo, ya le extrañaba, pues era mi entretenimiento mientras esperaba la salida del colegio.
En ese entonces, mi esposa, estaba en la mejor de sus épocas, tenia creo 32 años, pero no parecía sino tal vez de unos 18 o 20 años a lo mucho, era ella rubia, de pelo largo y sedoso, elegante al caminar, garbosa, blanca, guapísima, seria, una mujer para ser conquistada y enamorada, era delgada, al verla con el uniforme parecía una jovencita alumna de un colegio, lucia muy hermosa, bella mejor dicho… Y no porque yo era su marido y la amaba, sino porque los hechos lo demuestran como la de este joven enamorado, que día a día le esperaba a la salida del trabajo.
Guayaquil 19 de julio de 2010
Placidoenaningo
Iván Almeida Uraga